Valeria

Es bien sabido el record de hijos que tiene mi papá, en realidad no somos tantos, pero decir que tengo 5 hermanos, a muchas personas les causa impresión.
Mis hermanos mayores siempre nos engrieron a Valeria y a mi. Venían a Lima a visitar a mi papi y a nosotras dos, las gordas o las locas o las jijunitas. Nos sacaban a pasear, nos compraban de todo, nos traían de todo y jugábamos con ellos. Ahora los cinco estamos grandes. Dos están casados, dos están solteros y una esta con un koreano, ja!
Con los mayores, las cosas un poco como que cambiaron porque ahora tienen otras responsabilidades, ya no pueden venir a Lima así nomás como antes y menos gastar su plata en sus hermanitas menores, que son un par de manganzonas que ya producen sus propios ingresos.
Como también es bien sabido, a diferencia de mis hermanos mayores, yo toda la vida, hasta enero de este año, viví con Valeria.
Cuando Valeria vivía en Lima, andaba todo el día con ella (cuando estabamos las dos en la casa) dormíamos juntas, hacíamos tareas juntas, veíamos tele juntas, comíamos juntas, etc, etc. Probablemente todo eso sea por la diferencia de edades que es casi imperceptibe. Pero desde que se fue, obviamente las cosas cambiaron. Se fue en pleno verano. Yo ya no tenía con quien ir al club, con quién pelear, con quien perder el tiempo, con quien compartir responsabilidades y demás cosas que uno comparte con los hermanos.
En el mes de agosto cundo regresó una semana o un poco menos para el matrimonio de Eliana y para el Clásico de mi papapa Luchito, vino cambiada. Esa percepción no solo la sentí yo. Vino dizque un poco más madura, (lo sé, ¿Valeria madura? ¿Esa loca del diablo?) porque como ella dijo, ahora es independiente (aunque esa independencia se le va a acabar el próximo año).
Un día de esos, no me acuerdo de donde veníamos, pero estábamos regresando los 4 (mi papá, mi mamá, ella y yo) a la casa y paramos en PlazaVea. Mis papás bajaron. Nos quedamos las dos en el carro, sentadas en la parte de atrás, esperando a que mis papás regresen, como cuando eramos chiquitas -bueno, no taaan chiquitas-. La cosa, es que en ese tiempo que estuvimos las dos encerradas en el carro, las cosas fueron como antes. Como antes de que se vaya, como antes que las dos terminaramos la carrera, como antes que las dos terminaramos el colegio, como antes cuando las dos eramos las dos hermanitas chiquitas, jodidas, traviesas, gritonas, pegalonas, unidas y burlonas: las 'hermanitas Váscones'.
Es, a mi parecer, más que maravilloso que aunque pase el tiempo y seamos grandes, aunque la gente crea que nos odiamos, aunque cada una ahora haga su vida por su lado, aunque estar lejos y aunque hablar solo por msn y no todos los días sino de vez en cuando, las cosas esenciales y 'de siempre' sigan estando ahí. En esos 15 o 20 minutos que estuvimos esperando, vivimos lo que siempre vivimos: nos matamos de la risa, nos burlamos, nos peleamos, nos pegamos, nos gritamos, nos volvimos a matar de la risa, chismeamos, cantamos, nos aburrimos, nos divertimos… [Esta segunda vez que vino, aunque solo vino 4 días, hicimos lo mismo.] Todas esas cosas que hacemos y/o compartimos nos salen: incociente y felizmente.
Siendo honesta, creo que son esas cosas, esos detalles, los que hacen que la palabra HERMANO, tenga tanto significado.
Por eso, por más que mis amigas (no todas) se 'quejen' de Valeria o 'hablen o se expresen mal' de Valeria, me va a importar un pito, porque solo yo, la conozco como la conozco y sé como es y lo que vale.
Sí pues, la quiero. En verdad, no solo la quiero, la adoro.
(Pobre del que se lo haga saber...!)